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domingo, 10 de mayo de 2009

Altépetl y espacio en comunidades coloniales: Tolimán

Manuel Gerez del Río

Tras el triunfo de la conquista militar española en el centro del actual territorio mexicano, los españoles comenzaron a implantar un sistema compuesto por diversas estructuras que implicaban a veces cambios de sesgo, mientras otras muchas fueron sustituciones de sistemas prehispánicos que, con algunas modificaciones menores, continuaron funcionando al menos hasta fines del siglo XVIII.

Las principales modificaciones a los espacios prehispánicos político-territoriales del altépetl se refieren en primer lugar a la conservación o fragmentación del mismo. Éste, por supuesto, no siempre fue fragmentado directamente por los españoles, sino por la dinámica de confrontación interna de los grupos de poder indígenas, según su postura de adhesión o confrontación.

Una vez que se domina militarmente una zona, el capitán del ejército otorgaba en encomienda tanto la cabecera como las poblaciones menores sujetas del altépetl a un español que, en términos generales, funcionaría como el nuevo “señor” local sin la jurisdicción territorial. El encomendero recibía como nuevo señor los tributos pactados en “concierto” con las autoridades de la población a cambio de protección militar y evangelización.

Mal que bien, la encomienda representaba un continuum en las relaciones del altépetl con los altépetl más complejos en época prehispánica. La reconfiguración del espacio, sin embargo, se plantea como consecuencia de las fuerzas fragmentadoras del altépetl por la política de reducción o congregación de poblaciones. Esta política poblacional colonial implicaba que las pequeñas poblaciones dispersas o caseríos se agrupaban en una nueva población o en un pueblo ya establecido para su fácil control. En este nivel, la población continuaba con una línea de relación política jerárquica parecida al mundo prehispánico con el establecimiento del ayuntamiento dominado por el gobernador indígena (antiguo tlatoani), que pertenecía a una jerarquía política colonial a través del corregimiento o de la alcaldía.

La relación del nuevo centro poblacional con las demás poblaciones, muchas de ellas antiguos pueblos sujetos a una cabecera, fue modificada en forma dramática, con la consecuente fragmentación del altépetl y el rompimiento de los lazos políticos tradicionales.

El problema también estribaba en que las nuevas cabeceras de altépetl no contaban con el templo que era parte de la espacio de la comunidad y que representaba un pilar fundamental en la idea de pertenencia. Esto debido a que el sistema jurisdiccional eclesiástico funcionaba bajo otros lineamientos. La iglesia establecía una cabecera de doctrina en una población importante que se suponía cabecera del altépetl. En las poblaciones menores o sujetos se establecía doctrinas de visita sin convento, así como en los diversos barrios que conformaban la cabecera. En la medida que las fuerzas coloniales permitieron un aumento de frailes en una zona, las capillas de visita se convertían en cabeceras de doctrina con sus propias visitas. La relación política en este sentido es radial.

En términos muy generales y haciendo un esfuerzo de síntesis en un problema muy amplio que espero tratar en una futura investigación, la dinámica de fragmentación del altépetl implica la reconformación del espacio a través de la regeneración de la identidad indígena y la nueva conformación del espacio de la comunidad tanto de forma física como simbólica, pues recordemos que la identidad se finca en una herencia de un pasado común y un deidad protectora. Ahora, ¿cómo se presenta esta dinámica en un espacio de nueva creación como Tolimán, a la que se agrega la multietnicidad con pobladores otomíes, pames y algunos tarascos?

Publicado en Libertad de Palabra

martes, 31 de marzo de 2009

Entre la ilusión y la desilusión. Crisis ideológica en la Nueva España.


Manuel Gerez del Río

Fray Gerónimo de Mendieta, fraile franciscano originario de Vitoria (Álava), llegó a México hacia 1554. Desempeñó diversos cargos de importante jerarquía dentro de la Orden de San Francisco. Los años que laboró en la tarea evangelizadora, le permitieron obtener un profundo conocimiento de la sociedad indígena que, junto a la realidad del tiempo en que escribe su obra (Historia Eclesiástica Indiana), lo llevó a exponer interesantes ideas políticas que permean una época de crisis en las mentalidades de los hombres que vivieron a lo largo del siglo XVI en México.

Mendieta plantea su pensamiento político bajo dos circunstancias: la realidad de la crisis de la sociedad novohispana de fines de siglo XVI y la construcción de un pasado idílico.

La crisis novohispana implica cuestiones muy diversas que abarcan aspectos estructurales de la economía, lineamientos políticos de Corona, demográficos, institucionales, sociales, entre otros, pero para el fraile vasco tal vez el aspecto más significativo es la regresión que en materia de religión presentan los indígenas y que lo lleva a la construcción de un pasado indígena virtuoso (seres inocentes como en la Edad de Oro) y una idea utópica del periodo del clímax de la evangelización.

Las ideas expuestas por el fraile han sido interpretadas como milenaristas y utópicas, con la construcción última de un reino indígena dirigido por frailes. Una idea yuxtapuesta entre el pensamiento lineal de principio y fin del milenarismo contra el pensamiento cíclico de un retorno a la “edad de oro” gracias a una población indígena con los atributos que los frailes les conferían. La modificación de la otredad estaba manipulada por la deconstrucción de la realidad del pensamiento europeo para formar un discurso utópico americanista. Este discurso renacentista estaba, sin embargo, muy pasado de moda para el periodo que Mendieta lo proponía (hacia 1564 en una carta dirigida a Felipe II).

Del análisis de la obra Historia Eclesiástica Indiana, obra terminada entre 1596 y 1604, y de tres epístolas dirigidas a Felipe II, Juan de Ovando (presidente del Consejo de Indias), y al provincial de la Orden, fray Francisco de Bustamante, respectivamente, podemos observar que Mendieta, como muchos hombres de este periodo, vive una terrible crisis ideológica ante la realidad de la Nueva España; un tránsito y restructuración de las ideas políticas del humanismo a la ortodoxia impuesta por el Concilio de Trento y que el siglo XVII histórico (que inicia en 1570) establecía.

Mendieta representa una persona que ha vivido los cambios ideológicos del siglo XVI y que en suma presenta varias ideas desprendidas de todos esos lineamientos: erasmista, milenarista, utópico, agustiniano, y, como persona y fraile afectado por la aplicación de la Contrarreforma, ortodoxo.

El tiempo, en Mendieta, se trastoca. Encontramos la utopía del mundo irrealizable de la época de oro; una nostalgia por ese poder ser que nunca fue. La repetición de las catástrofes que ya había observado Motolinía: hambre, guerra y despoblamiento, frente a un fin de siglo azotado por las epidemias, el exceso de tributos y explotación.

Es así como tenemos momentos temporales que se entremezclan: la época de oro: una fácil evangelización, respuesta vigorosa de los indígenas hacia la nueva fe; época social de caos causada por la inestabilidad interna del gobierno español, el abuso de poder de los diversos grupos de interés, choque en la interpretación metodológica de la evangelización; una época terrible iniciada por la muerte de Velasco y la llegada del juez Valderrama: repartimiento (sistema compulsivo de trabajo), tributos, acaparamiento de tierras indígenas y grandes epidemias, decaimiento de la fe indígena, pérdida de poder de los mendicantes ante la secularización de la iglesia, cambio de la política real respecto a la Iglesia; época de utopía: postulación de los puntos del programa político de Mendieta: separación de las repúblicas de españoles y de indígenas (que para fin de siglo la realidad social la hacía inviable), gobierno fuerte de la Corona, disminución del poder de la Audiencia, y la creación de territorios autónomos donde los frailes gobernaran a los indígenas. Motolinía pervive en la idea política de Mendieta. Él repite la crítica por el desorden político: la Corona lejana, el virrey y la audiencia corruptos, entre otros. Es un hecho que el padre político de Mendieta es Motolinía. ¿Hasta qué punto es milenarista, utopista? ¿Hasta qué punto afecta sus escritos la Contrarreforma? ¿El desencanto es tan fuerte en Mendieta que se refleja en un pensamiento de crisis ideológicas donde trata de diversas maneras de interpretar su actualidad a la luz del pasado sobre el presente, del presente como correspondencia del pasado?

miércoles, 21 de enero de 2009

Un gaitero en tierras otomíes


Por Manuel Gerez del Río

El contacto, violento o no, en el momento de la Conquista y tras de ella la colonización de América por los europeos, trajo consigo una importante y única serie de cambios culturales conocidos como mestizaje. El proceso de mestizaje es muy desigual, algunas cosas fueron adoptadas, y modificadas en su caso, en forma rápida; en otros casos, las formas culturales jamás lograron ni su inserción ni su modificación y fueron desechadas; algunas expresiones culturales suponemos que nunca existieron, pero ¿no lo fueron o es que se perdieron en ese “proceso de selección cultural”?
El convento de Ixmiquilpan, un edificio agustino de 1550, está localizado en la zona otomí del estado de Hidalgo. Cuando pensamos en Ixmiquilpan nos llega a la mente las fascinantes pinturas murales que se encuentran dentro de la iglesia, ejecutadas por artistas indígenas en la década de 1571-1580 y que presentan un interesante programa iconográfico dedicado a la guerra como continuum de un evento sacro para mantener el orden cósmico.
Pero en las paredes del convento de Ixmiquilpan hay diversidad de temas representados. Llama la atención una pintura que se encuentra en la testera norte del pasillo de la planta baja del claustro. Es una imagen de la Adoración de los pastores al Niño.
Esta representación fue muy común en Europa al menos desde la Alta Edad Media: el pesebre con la Sagrada Familia está rodeada de personajes extraídos del campesinado europeo de la época. Aparece un elemento que se convertirá en un icono asociado a este grupo social: la gaita. Este aerófono, compuesto por un odre, una o dos flautas con doble caña y uno o varios tubos que dan una nota pedal a través de una caña sencilla, está representado en la pintura de Ixmiquilpan: la representación de un actor social europeo y de un instrumento que le da su significado lo encontramos inserto en un medio humano-cultural totalmente ajeno.
¿Por qué llama la atención? Naturalmente no es el único icono europeo que está representado y que no existió en América; sin embargo, cabe preguntarnos si en realidad un instrumento tan popular en Europa “nunca” existió en el Nuevo Mundo, o bien si es que sí lo hizo pero nunca logró librar la dinámica de selección del mestizaje cultural. Los diversos instrumentos que los españoles trajeron fueron rápidamente acogidos al uso cotidiano o festivo tanto de los indígenas como de la sociedad colonial que se gestaba. Pero la gaita, no. Al menos eso sabemos hasta el momento.
El gaitero de la zona otomí, a pesar de su localización, no estaba vedado a los ojos de los indígenas. Los indios principales tenían acceso a esta zona, al igual que sus hijos, quienes desde la infancia pasaban buena parte de su vida bajo la educación de los frailes, además de otros indios al servicio del convento. Por otro lado, muchos frailes y pobladores provenían tanto del norte de España como de zonas de Castilla y Portugal donde la gaita era un instrumento popular, así que seguro formaba parte de su bagaje cultural. ¿Por qué, entonces, no tuvo arraigo?
Varios casos en la historia nos han mostrado que la inexistencia de alguna cosa en un momento temporal no implica que jamás haya existido. Después de todo, la información que tenemos de las sociedades del pasado es muy escasa y fragmentada. El gaitero de Ixmiquilpan puede ser un ejemplo de la infinidad de conocimientos que se perdieron irremediablemente en el laberinto del tiempo.

Publicado en http://www.libertaddepalabra.com el 25 de enero de 2009