martes, 31 de marzo de 2009

Entre la ilusión y la desilusión. Crisis ideológica en la Nueva España.


Manuel Gerez del Río

Fray Gerónimo de Mendieta, fraile franciscano originario de Vitoria (Álava), llegó a México hacia 1554. Desempeñó diversos cargos de importante jerarquía dentro de la Orden de San Francisco. Los años que laboró en la tarea evangelizadora, le permitieron obtener un profundo conocimiento de la sociedad indígena que, junto a la realidad del tiempo en que escribe su obra (Historia Eclesiástica Indiana), lo llevó a exponer interesantes ideas políticas que permean una época de crisis en las mentalidades de los hombres que vivieron a lo largo del siglo XVI en México.

Mendieta plantea su pensamiento político bajo dos circunstancias: la realidad de la crisis de la sociedad novohispana de fines de siglo XVI y la construcción de un pasado idílico.

La crisis novohispana implica cuestiones muy diversas que abarcan aspectos estructurales de la economía, lineamientos políticos de Corona, demográficos, institucionales, sociales, entre otros, pero para el fraile vasco tal vez el aspecto más significativo es la regresión que en materia de religión presentan los indígenas y que lo lleva a la construcción de un pasado indígena virtuoso (seres inocentes como en la Edad de Oro) y una idea utópica del periodo del clímax de la evangelización.

Las ideas expuestas por el fraile han sido interpretadas como milenaristas y utópicas, con la construcción última de un reino indígena dirigido por frailes. Una idea yuxtapuesta entre el pensamiento lineal de principio y fin del milenarismo contra el pensamiento cíclico de un retorno a la “edad de oro” gracias a una población indígena con los atributos que los frailes les conferían. La modificación de la otredad estaba manipulada por la deconstrucción de la realidad del pensamiento europeo para formar un discurso utópico americanista. Este discurso renacentista estaba, sin embargo, muy pasado de moda para el periodo que Mendieta lo proponía (hacia 1564 en una carta dirigida a Felipe II).

Del análisis de la obra Historia Eclesiástica Indiana, obra terminada entre 1596 y 1604, y de tres epístolas dirigidas a Felipe II, Juan de Ovando (presidente del Consejo de Indias), y al provincial de la Orden, fray Francisco de Bustamante, respectivamente, podemos observar que Mendieta, como muchos hombres de este periodo, vive una terrible crisis ideológica ante la realidad de la Nueva España; un tránsito y restructuración de las ideas políticas del humanismo a la ortodoxia impuesta por el Concilio de Trento y que el siglo XVII histórico (que inicia en 1570) establecía.

Mendieta representa una persona que ha vivido los cambios ideológicos del siglo XVI y que en suma presenta varias ideas desprendidas de todos esos lineamientos: erasmista, milenarista, utópico, agustiniano, y, como persona y fraile afectado por la aplicación de la Contrarreforma, ortodoxo.

El tiempo, en Mendieta, se trastoca. Encontramos la utopía del mundo irrealizable de la época de oro; una nostalgia por ese poder ser que nunca fue. La repetición de las catástrofes que ya había observado Motolinía: hambre, guerra y despoblamiento, frente a un fin de siglo azotado por las epidemias, el exceso de tributos y explotación.

Es así como tenemos momentos temporales que se entremezclan: la época de oro: una fácil evangelización, respuesta vigorosa de los indígenas hacia la nueva fe; época social de caos causada por la inestabilidad interna del gobierno español, el abuso de poder de los diversos grupos de interés, choque en la interpretación metodológica de la evangelización; una época terrible iniciada por la muerte de Velasco y la llegada del juez Valderrama: repartimiento (sistema compulsivo de trabajo), tributos, acaparamiento de tierras indígenas y grandes epidemias, decaimiento de la fe indígena, pérdida de poder de los mendicantes ante la secularización de la iglesia, cambio de la política real respecto a la Iglesia; época de utopía: postulación de los puntos del programa político de Mendieta: separación de las repúblicas de españoles y de indígenas (que para fin de siglo la realidad social la hacía inviable), gobierno fuerte de la Corona, disminución del poder de la Audiencia, y la creación de territorios autónomos donde los frailes gobernaran a los indígenas. Motolinía pervive en la idea política de Mendieta. Él repite la crítica por el desorden político: la Corona lejana, el virrey y la audiencia corruptos, entre otros. Es un hecho que el padre político de Mendieta es Motolinía. ¿Hasta qué punto es milenarista, utopista? ¿Hasta qué punto afecta sus escritos la Contrarreforma? ¿El desencanto es tan fuerte en Mendieta que se refleja en un pensamiento de crisis ideológicas donde trata de diversas maneras de interpretar su actualidad a la luz del pasado sobre el presente, del presente como correspondencia del pasado?

domingo, 22 de marzo de 2009

Espacio-tiempo ¿una sola forma de comprenderlo?



Manuel Gerez del Río

La concepción que tienen las diversas sociedades sobre el transcurso del tiempo ha sido tema de diversas investigaciones. La comprensión de las ideas que sobre el tiempo imperaban en la América precolombina al momento de la Conquista, nos permitirá comprender mejor el papel que se le da al hombre en su devenir histórico.
En la cultura occidental, la idea del tiempo es herencia de las nociones judeo-cristianas de principio y fin, por lo que el tiempo se sucede en forma lineal. A partir de entonces, y a través del desarrollo de la civilización occidental, a esta noción de temporalidad se sumó la idea de que el tiempo es progresivo. La lectura de la historia, en consecuencia, se presenta como una progresión, una suma de conocimientos y de progresos escalonados del ser humano hasta el presente, que se supone “indudablemente” mejor que los tiempos pasados y que presupone un futuro promisorio gracias a la tecnología y al bienestar del libre consumo. La idea capitalista del tiempo asume la negación del pasado pues sólo el presente y el futuro permitirán los logros de la felicidad del hombre a través del progreso. Sin embargo, si nos detenemos a analizar las realidades de la modernidad, podemos comprobar que no siempre el pasado ha sido peor. Por supuesto no quiero dar una falsa idea de que el pasado es mejor que el presente, puesto que estaría falseando la realidad. No obstante, debemos tomar en cuenta que la modernidad formula falsas visiones o realidades parciales.
Entre los habitantes de Mesoamérica, la idea del tiempo no era lineal sino cíclica. Después de todo, la sucesión de los días, meses y estaciones aparece una y otra vez. Y es lógico. Nosotros aún tenemos una negada idea cíclica del tiempo. Basta con mirar un reloj de manecillas: el tiempo se sucede en ciclos. Los días se repiten cíclicamente así como los meses y el día y la noche. La idea cíclica entre los indígenas de Mesoamérica no funcionaba como determinismo ni fatalismo del eterno retorno. El ciclo evitaba negar el pasado. Esto permitía que los eventos históricos que se desarrollaban en un momento dado podían “acomodarse” en un registro del tiempo determinado a posteriori para “ajustarlo” a las profecías. La realidad se explica por medio de un sistema que enriquece el conocimiento del pasado con el presente. El sistema se entendía como una sucesión de turnos y cargas que implicaba tanto al espacio-tiempo como la participación activa de las deidades y la sociedad.
Entre los Incas, el tiempo estaba arriba o abajo (hana y huri), no adelante y atrás como lo concebimos, y existía un no tiempo: 37 días que no estaba contabilizados pues eran inútiles. El arriba y el abajo no se excluían, podían coexistir. El pasado estaba presente en el mundo actual. El pasado formaba parte del geomundo: los elementos antiguos estaban presentes, pues formaban las montañas, las piedras, los ríos. El espacio y el tiempo determinaban el orden del Universo, ya que éste variaba de acuerdo al hana o huri y los pachacuti (cataclismos que invertían el orden de la sociedad). Así, los eventos históricos importantes provocaban un pachacuti. Había sucedido en el pasado, cuando el Inkarri dominó la sociedad pre-inca. Sucedió de nuevo cuando los españoles conquistaron el Perú, cuando derrotaron al Inkarri y todo quedó al revés. La vuelta del Inkarri, cuando se junten las partes de su cuerpo, diseminadas por los conquistadores por el territorio andino, asegurará la vuelta al orden, una inversión nueva del territorio donde los indígenas recobrarán el poder, sus creencias y sus tradiciones.
¿Cómo lograr entender la ruptura que se generó al momento de la Conquista cuando se impuso la idea lineal del tiempo? ¿Realmente se comprende el tiempo así o en la realidad los indígenas siguen concibiendo el tiempo en forma cíclica, como se percibe en algunas ceremonias o en el registro calendárico persistente entre los mayas contemporáneos? ¿Y los descendientes de los Incas? Después de todo, se sigue esperando la vuelta del Inkarri y el nuevo pachacuti.