lunes, 24 de noviembre de 2008

El registro del tiempo en Mesoamérica.

Por Manuel Gerez*




Uno de los logros intelectuales más fascinantes de la historia de la humanidad es el registro del paso del tiempo y la construcción religiosa que se desprende de ello. En él intervienen la observación y la acumulación de conocimiento a través de miles de años. No es por demás que a los registros calendáricos mesoamericanos se les considere uno de los logros culturales más importantes de las naciones indígenas.
El calendario determinaba la vida cotidiana e institucional en el mundo prehispánico. Todo, desde el nombre de un niño hasta el inicio de la guerra, el comienzo de la siembra y la cosecha, estaba determinado por la lectura del calendario y la observación del cielo. Sin embargo, no debemos considerar el registro calendárico como la única concepción del tiempo: el paso del tiempo es el movimiento de los dioses en el espacio sagrado y éste no sólo lo conforma el cielo sino la tierra (el altépetl como centro del universo). Elementos de la geografía, particularmente elevaciones (cerros, lomas o montañas), sirven de marcas para el cálculo de sol (por ende del tiempo) en las observaciones astronómicas. En ocasiones, en estas zonas que marcan la salida del sol en determinado año vistas desde un lugar fijo que sirve como observatorio, se erigen estelas o monumentos. La labor de la arqueoastronomía nos ha aportado varios trabajos donde se acentúa la importancia del espacio geográfico en las observaciones astronómicas.
Cada elemento que conforma el calendario es, además, una deidad en sí misma: números, plantas, animales, colores, contienen un significado sagrado y una carga positiva o negativa que tendrá incidencia en la vida humana. Su orientación hacia algún punto del universo y la combinación entre los diversos elementos que lo componen, determinará tiempos de calamidades, de sequía, de conquistas, de expansión, de dominio, de bonanza, de enfermedades.
El calendario era compartido por todos los pueblos mesoamericanos, desde Costa Rica hasta Nayarit. Estaba conformado por la denominada “cuenta corta”, “rueda de calendario” o xiuhmolpilli (atadura de los años); en realidad son dos registros calendáricos distintos: el calendario sagrado de 260 días y el calendario solar de 360 días más 5 días nefastos. La combinación de cada uno de los elementos de ambos calendarios en la rueda calendárica, registraba un ciclo de 52 años o 18 980 días: el denominado siglo mesoamericano. El ciclo se completaba al dar toda una “vuelta”; es decir, todos los elementos caminaban por los cuatro cuadrantes del universo (véase por ejemplo el Códice Madrid) sin repetirse durante 18 980 días. El problema es que un registro de este tipo, correspondiente a decir por ejemplo viernes 3 de agosto, no determina de qué año se habla. Así el viernes 3 de agosto se repite cada 52 años sin indicarnos si es del año 896 o del 1234, por poner un ejemplo.
El origen del calendario sagrado de 260 días (13x20=260) llamado tonalpohualli o tzolk’in es incierto. Algunos investigadores han determinado que en la latitud 15° N, la distancia de los dos pasos del sol por el cenit corresponde a 105 y 260 días, respectivamente. Existen dos ciudades prehispánicas de una asombrosa tradición astronómica: Copán e Izapa que se encuentran en esta latitud. Sin embargo, la documentación con que contamos hasta ahora indica que el registro del calendario de 260 días no proviene de esa zona sino del Valle de Oaxaca, donde contamos con una inscripción del 600 a.C. en San José Mogote, seguida de Monte Albán que presenta ya inscripciones con el calendario solar.
Como decíamos, la rueda de calendario funciona mediante el paso secuencial de ciclos. Los arqueólogos idearon, para su comprensión, la representación de cada componente como una máquina de engranes. Al engrane más pequeño le corresponden los numerales del tzolk’in del 1 al 13. Este se conecta con cada uno de los 20 meses que formaban el tzolk’in (Imix, Ik’, Ak’bal, Kan, Chikchan, Kimi, Manik’, Lamat, Muluk, Ok, Chuwen, Eb, Ben, Ix, Men, Kib, Kaban, Etz’nab, Kawak, Ahaw). Así tendríamos el registro del calendario sagrado: 1 Imix, 2 Ik’,…, 13 Ben, 1 Ix, 2 Men, etc. El siguiente engrane son los numerales del haab (ciclo de 365 días o 18x20+5) que iban del 0 o portador del mes al 19, para conectarse finalmente con el último engrane que corresponde a los 20 meses del haab (Pohp, Wo, Sip, Sotz’, Tzek, Xul, Yaxk’in, Mol, Ch’en, Yax, Sak, Keh, Mak, K’ank’in, Muwan, Pax, K’ayab, Kumk’u y Wayeb –el mes de 5 días nefastos, en náhuatl nemontemi). La secuencia del haab sería 0 Pohp, 1 Pohp, 2 Pohp,…, 19 Pohp, 0 Wo, 1 Wo, etc. Enlazados los engranes, la rueda de calendario combinaría ambos registros y tendríamos fechas como estas: pongamos la fecha de 6 Ik’ 0 Pohp. El día siguiente será 7 Ak’bal 1 Pohp, luego 8 Kan 2 Pohp… cuando se llega al 13 Muluk 7 Pohp el siguiente día será 1 Ok 8 Pohp, puesto que los numerales del calendario sagrado llegan a 13, mientras que los del haab llegan a 19. Así continúa hasta 12 Imix 19 Pohp y el día siguiente sería 13 IK’ 0 Wo.
Cada año comienza sólo con alguno de los 4 portadores de año, que varían entre el Clásico y el Posclásico. Los portadores o años dominicales más antiguos en la zona maya corresponden a Ik’, Manik’, Eb y Kaban, mientras que en los códices el grupo más representado es el de K’an, Kib, Lamat, Ahaw y Eb. El uso de los portadores es determinante en las creencias religiosas mesoamericanas, pues son éstos los que determinan si el año será benéfico o trágico.
Si bien la cuenta corta es compartida en toda Mesoamérica, al principio de nuestra era aparecen en la zona del sur del Golfo de México y en las costas del Pacífico en Guatemala y Chiapas el registro de inscripciones calendáricas que pertenece a la cuenta larga. Los registros más antiguos de los que hasta ahora tenemos noticia, provienen de la Estela 2 de Chiapa de Corzo (36 a.C.) y la Estela de Tres Zapotes (31 a.C.) El hecho que estos sean los vestigios arqueológicos con inscripciones de cuenta larga más antiguos, no implica que su uso pertenezca a este periodo. Se ha supuesto que los elementos de la cuenta larga en realidad provienen de conocimientos que surgieron durante el Periodo Formativo o Preclásico Medio (1200-400 a.C.) en una zona tan amplia como el sur de Veracruz y Tabasco, Oaxaca y la costa de Chiapas y Guatemala en el Pacífico.
La cuenta larga que utilizaron los mayas permitía fijar una fecha en un ciclo que había comenzado el 13 de agosto de 3114 a.C. o 13.0.0.0.0 4 Ahaw 8 Kumk’u (la denominada Fecha Era). Esta cuenta estaba formada por una serie de ciclos cuya combinación nos puede remontar a fechas míticas, pues registra millones de años en el pasado (por ejemplo en Palenque hay registros de la creación del Universo o del nacimiento de la Tríada –los dioses GI, GII y GIII). Su funcionamiento es complicado, ya que debemos tomar en cuenta que el sistema matemático maya era vigesimal y posicional. La cuenta larga está conformada por la sucesión de varios ciclos; cada ciclo está formado por una cantidad de días determinados a los que se multiplica por números del 1 al 13 o del 1 al 20, según el ciclo. Pongamos por ejemplo la Fecha Era: a la Rueda de Calendario (4 Ahaw 8 Kumk’u) le preceden una serie de posiciones que están en ceros hasta llegar al 13. Cada uno de esos números corresponde a una posición en el calendario que registra un determinado número de días que han transcurrido desde la Fecha Era. Nuestro registro de 13.0.0.0.0 comenzando de izquierda a derecha (en los códices sería de abajo hacia arriba) corresponde a K’in (un día), Winal (un mes o veintena), Tun (un año o 360 días), Katun (20 años o 7200 días), Baktun (400 años o 144 000 días). Así, se leería 13 Baktun, 0 Katun, 0 Tun, 0 Winal, 0 K’in, 4 Ahaw 8 Kumk’u.
Los mayas nos sólo registraban el paso de los días desde esa Fecha Era. Tenemos inscripciones que llevan la cuenta minuciosa de lunaciones, eclipses, el ciclo de Venus y un registro de 819 días, del que desconocemos aún su funcionamiento.


*Publicado en Libertad de Palabra (http://www.libertaddepalabra.com/) el 24 de noviembre de 2008.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

No Logo. El poder de las marcas, de Naomi Klein

Por Manuel Gerez del Río






Naomi Klein analiza las fuerzas que se oponen al intento de un conjunto de marcas por gobernar al planeta. Para ello, la autora estructura su análisis en la búsqueda de cómo estas empresas han logrado construir una fuerza tan impresionante, que por sí solas se han convertido en economías mundiales. El punto de partida de la nueva política de las trasnacionales es el viernes de Marlboro; este evento bursátil de Nueva York determinó la nueva política de las marcas en la década de los 90. Y es que aquellas empresas que no tuvieron pérdidas, ratificaron la tendencia de excluir la fabricación directa de los productos para invertir enormes sumas de dinero en la construcción de la imagen de marca mediante la publicidad.
A la luz de la globalización y del libre comercio, las marcas han establecido una red que abarca todo el mundo y que laboran bajo la concepción de la teoría de la unificación de las culturas para la unificación de consumo. Las marcas inundan cada uno de los espacios de la vida del ser humano. Primero, como siempre ha sido, se apropia de los espacios públicos como las calles y edificios. Pero ahora va más allá. Con el cambio de hábitos del ser humano, ahora la gente se congrega en las plazas comerciales; lugares privados donde no hay cabida a la expresión de inconformidades ni a la manifestación de las ideas que no sean comerciales o estén contratadas. Las escuelas y universidades sucumben ante la necesidad de recursos; los pasillos, equipos deportivos, baños, cafeterías y hasta las librerías universitarias se llenan de publicidad de la marca que lo patrocina todo a cambio del silencio: cualquier intento de crítica a las marcas provoca el retiro de la ayuda económica. Es tal el poder que han adquirido que imponen incluso sus valores e ideales a la creación artística; son los censores de la creación: si quieres vender en sus tiendas, la imagen debe corresponder a su imagen de marca.
Si las marcas se apropian de todos los espacios y la gente lo ha permitido, lo asume y se vive el triunfo de las marcas, lo que continúa es preguntarnos ¿por qué han tenido tanto éxito? Volvemos a la publicidad: las marcas han establecido ejércitos de soplones que buscan lo que los adolescentes estadunidenses llaman lo cool. En este sentido, como muchos, Nike es el mejor ejemplo. Mediante personas que laboran para la marca, se realizan sondeos (bro-ing) en los barrios marginados de negros y latinos (imagen de la marca) para ver si los nuevos productos son cool, además de captar las nuevas modas de la calle. Los soplones están por todas partes: barrios marginados, escuelas y centros de diversión, con tal de captar lo que a la gente le parece sensacional y transformarlo diseño y venta.
La década de los 90 abre paso a la lucha social por las referencias: las luchas de identidad racial, de género, de diversidad sexual. Coinciden, en 1992, con la crisis de las marcas y las corporaciones aprovechan las críticas y exigencias de la juventud para apropiarse de esa luchas y ponerle marca. Adquieren las identidades y las convierten en marca. Los iconos de las luchas sociales y revolucionarias, son robados de su contexto histórico para convertirlos en objetos de venta e imagen comercial. No sólo eso: conforman toda una imagen de identidad que, como se verá adelante, permite que la sinergia convierta la vida en marca. Y la lucha por sí misma es comercializable. Hay marcas que luchan por las mujeres, contra el cáncer, contra la pobreza. Pero, ¿cuál es a validez y grado de credibilidad de las marcas en su compromiso con esos y otros movimientos? Me parece que el altruismo en las corporaciones es inexistente y es aprovecharse del marketing para adherir nuevos compradores. En cuanto a las donaciones que ofrece, es un frío cálculo de aumento de ventas: la donación viene implícita en el cálculo de ventas; de hecho muchas ponen un punto de venta determinado para hacer la donación; la marca no desembolsa ni un centavo que el público no haya dado a través de la compra masiva de un producto. A fin de cuentas, la idea de la donación está comprometida por la promoción y venta de un producto determinado y la buena imagen que tendrá la empresa ante el público.
Y si los espacios físicos y de pensamiento se reducen paso a paso, las opciones también. La fusión de las grandes empresas ha generados monstruosas entidades privadas que compiten en economía con las naciones. Después de todo, más de 49 empresas están en la lista de las 100 economías del mundo. Tan sólo un ejemplo, las utilidades de Wal-Mart superan el presupuesto anual de países como Haití.
Si lo que importa es la marca y no el producto, una marca puede fabricar cualquier cosa. La denominada sinergia de marca permite a ésta la diversificación de los artículos que coloca en el mercado. Después de todo se vive el marketing de la identidad y la sinergia construye marcas que abarquen ropa, vacaciones y hasta ciudades de marca.
Además de que las marcas nos han dejado sin espacios y sin opciones, también nos han dejado sin empleo. Los tratados de libre comercio y la globalización permitieron el libre tránsito de capital y la fundación de fábricas en cualquier parte del mundo, con miras a la reducción de los costos de producción. Sin embargo, el cierre de fábricas en el primer mundo no implica necesariamente su reapertura en el Tercero, pues son sustituidas por la contratación de maquiladoras. Si bien por una parte las trasnacionales (como automotrices o las de electrodomésticos) se establecen directamente en los países subdesarrollados para valerse de las concesiones gubernamentales en terrenos, exención de impuestos, cuotas bajas de luz y agua y una política de bajos salarios y control de los sindicatos, así como un bloqueo de la información por violación de los derechos humanos ante el trabajo esclavo, lo cierto es que no generan tecnología, mantienen la dependencia con las sedes originales y de igual forma pueden cerrar la planta e irse a países con mejores condiciones. En los 90 hubo un boom del contrato de maquiladoras a través de pedidos que exprimen los bajos precios y que repercuten en los salarios y en las horas y condiciones laborales. El abanico que presenta me parece, sin embargo, que es más amplio. Por una parte, falta determinar si el capital de las maquiladoras proviene de las mismas marcas. El hecho de que las maquiladoras estén conformadas por capital extranjero es más claro si observamos movilidad (golondrinas) y la capacidad de abrir y cerrar fábricas tanto para continuar con los privilegios de exenciones que otorga el gobierno como el de mudarse a otros mercados más “competidores”.[1]
El cambio en la economía de los países del primer mundo se percibe en el paisaje de las ciudades posindustriales: las fábricas desaparecen y abundan las tiendas al menudeo. Es el paso de una economía industrial a una de servicios. El cambio presenta modificaciones importantes no sólo en la economía sino en la vida de cada persona, que muchas veces la impacta de modo tan importante que la psique inhibe: la transitoriedad es el elemento característico que presenta el empleo en el sector servicios. Los jóvenes estudiantes que entran a laborar en empresas al menudeo, los denominados Mcjobs (por el estilo de bajos salarios y explotación que fundó Mc Donald’s), con la idea de ser un empleo transitorio (mientras concluyen sus estudios o en lo que sale un empleo mejor), se ven encadenados a permanecer ahí por la carencia de opciones. El problema se manifiesta con la elevación del rango de edad de los trabajadores en esas empresas: antigüedades laborales que en muchos casos llegan a los 10 años. El bajo salario que los empresarios justifican por el tipo de empleo (para estudiantes) adquiere dimensiones preocupantes cuando los jóvenes se convierten en adultos y el salario de bajo pasa a ser insuficiente para los gastos básicos, con la consecuencia de la ampliación de la pobreza.
Los mecanismos de reducción de costos y el consiguiente aumento exorbitante de utilidades adquieren múltiples formas y los empresarios ganan en creatividad. Desde la constante rotación de personal para evitar la creación de antigüedad, inscripciones a la seguridad social y la organización sindical, a través de contratos que van del mes al año y medio de duración, ahora se contrata por término de horas pico o de un control efectivo de las horas trabajadas. El uso de las horas pico incluye que el trabajador debe estar siempre libre para el momento en que la empresa le llame para laborar. Otro es el contrato de servicios independientes a través de outsourcing o gestionadoras de recursos humanos, lo que evita el desembolso de cualquier cantidad monetaria en el rubro de salarios. A ello se debe sumar el descabellado uso de “becarios”: trabajo explotado de forma totalmente gratuita bajo la etiqueta de prácticas profesionales.
La lucha por la autonomía laboral tiene dos lados: el hastío de la gente a depender de un trabajo que se sabe que lo explota, mal pagado y que puede desaparecer en cualquier momento. Y el empuje del free lance como fruto de la mercadotecnia de una imagen construida por las marcas. Naturalmente los contratos son escasos y la lucha por obtenerlo va en detrimento de la capacidad de cobro (después de todo, a mayor oferta de mano de obra menor el salario). El trabajo autónomo es una de las directrices del trabajo global. No olvidemos, por ejemplo, los programas federales del foxismo que estaban encaminados al autoempleo: ¿algún lineamiento del FMI? La frecuencia de trabajadores independientes, de cualquier forma, va en franco crecimiento. Y es que si no laboras en las tiendas al menudeo ¿qué opción queda? Se están desarrollando los países de los autónomos; después de todo no hay gastos en los que incurra el empleador. El lado más oscuro, sin embargo, será cuando la población económicamente activa envejezca sin planes de pensiones ni de sanidad.
No logo es la lucha abierta contra la marca. La atención que ha atraído la lucha contra las ruindades de la situación laborales, de explotación y trabajo esclavo en el Tercer Mundo, de las invasiones y daños ecológicos en zona de exploración y extracción petrolera, no son nada nuevo. Sin embargo, han cobrado nuevos bríos gracias a dos condiciones: una, al focalizar el objetivo de lucha en exponer una marca al escrutinio público, la gente fija su atención por ser las marcas que usa cotidianamente. El problema es si la lucha contra una sola marca no particularizaba los casos. La respuesta de los activistas indicaba que los problemas son globales. La otra condición es la de la globalización de las comunicaciones. Internet ha sido la herramienta de mayor apoyo en la divulgación de la información que se genera y que evita los canales tradicionales y manipulables como los medios impresos, radio y televisión. Si bien sabemos de varios casos en que algunas páginas de activistas han sido cerradas, la opción de la red ha hecho de la lucha local una lucha universal. De ello se da cuenta el movimiento Recuperemos las Calles mediante la organización de las fiestas mundiales.
Si bien la lucha contra las marcas tiene la gran ventaja de central los ojos del mundo en los artículos que se usan a diario, existe un campo que se esconde a la vista: son las empresas “sin imagen de marca”, empresas que no han invadido en forma visible la vida cotidiana pero que están presentes. El ejemplo más interesante que expone Naomi Klein es el de una papelera japonesa que explotaba los bosques vírgenes de Canadá. Sabemos que los movimientos ecologistas por sí mismos tienen poca repercusión en la mayoría de la población, pero ¿qué efecto produciría en la opinión pública si se exponen que esos productos son utilizados en las marcas que utilizan cotidianamente? Por ejemplo, si se ataca a una marca de hamburguesas que utiliza el papel generado por la explotación de bosques vírgenes, el cambio del paradigma compromete la imagen de la marca y ésta sirve de fuerza de presión contra la papelera.
Las formas de lucha han sido muy variadas: rompe anuncios, lanza tartas, vallas de guerrilla publicitaria, hackers informáticos, etc. Todos y cada uno de ellos desde su localidad han contribuido a organizar la lucha contra las marcas, y el Internet ha logrado lanzarlos a una lucha global. Los ejemplos son muy variados. Lo importante es que las luchas públicas pasen al papel legal; es aquí donde la lucha global de representación tiene que ejercer la presión necesaria para que los gobiernos realicen las modificaciones legales para controlar el totalitarismo de las marcas. Ante el intento de la homogenización de la cultura por la globalización, debe existir (existe de hecho) una respuesta universal de defensa y determinación.
[1] El usos constante de la palabra mercados competidores, de convertir a los países en más competidores, se resume muchas veces a la reducción de cuestiones salariales y modificaciones importantes en las legislaciones laborales vigentes. Una rápida vista a los noticieros y a las intenciones del actual secretario del Trabajo de México (de extracción de derecha) y la Comisión Empresarial, nos dan una clara idea de lo que para ellos es convertir al país en un mercado competidor.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Mala señal.

Por Manuel Gerez

M. abrió la puerta con cierto sigilo para no perturbar el sueño de su mujer; contra todo orden de su costumbre y tolerancia, se había vestido en el baño para evitar que la luz y el ruido la molestaran. Aún no amanecía. Odiaba levantarse tan temprano; desde siempre lo había detestado y pensó que no lo haría más. Tener que comenzar a hacer actividades en plena oscuridad, con frío y somnoliento le parecía deprimente. Sin embargo, lo que le tenía muy molesto esa mañana era tener que realizar el viaje de trabajo que le encomendaron el día anterior. La última vez que lo hizo fue dos meses atrás y la pasó fatal: más de seis horas de curvas; el mareo le duró dos días y dos noches acompañado de un prolongado vómito que lo dejó tembloroso de pies a cabeza. Había regresado deshecho y juró, en un arranque de ira hacia los cuatro vientos, que no volvería a poner de nuevo un pie ahí. A los pocos días, una noche, sintió que moriría. Según el médico que lo atendió de urgencia, la tensión del trabajo y el viaje le provocaron un ataque de ansiedad. Y si lo sabía. M. no dormía por el miedo a quedar muerto en cualquier momento. A leguas se notaba que no estaba nada bien de los nervios; desde aquel viaje le costaba conservar la calma, se le veía cansado, irritable y a ratos su esposa lo escuchaba llorar en el baño. Ahora tenía que volver a la carretera y eso incrementó su malestar. Se acercó a la cama y le dio a María un cariñoso beso de despedida en la frente. La mujer yacía tranquila entre los almohadones; pero le sorprendió ver entre la velada luz del amanecer sus ojos abiertos. –Me voy- le susurró al oído como si alguien pudiese escucharlos. - ¿Tan pronto? Si aún no amanece.-Ya sabes que el camino es muy largo y no me gusta conducir de noche. De hecho ya sabes que detesto ese maldito viaje –dijo con voz chillona y temblorosa- No me gusta conducir por la sierra. Cada curva que paso siento que me saldré del camino y moriré en el barranco. -¡No digas eso! Menos ahora que te vas y me dejas sola.-Sí, perdona. Pero me pone tan nervioso el viaje… El clima es un asco, parece que lloverá todo el camino y eso me altera; sólo espero que no haya demasiada neblina-. Hizo una ligera pausa mientras miraba el reloj en el celular. -Además, le tocaba al hijo-de-puta del supervisor hacer la ronda por la sierra, no a mí. En fin, me voy.- ¿Llevas los medicamentos y el celular? –Sí acá lo tengo –respondió mientras movía el aparato con la mano. -Pero ya sabes que hay muchos tramos donde no hay señal. Y las pastas siempre las llevo en el bolsillo. ¡Va! Me voy que amenaza lluvia –cortó rápidamente la charla con su mujer para no ahondar en detalles sobre su salud. -¡Cuídate!- . Alcanzó a escuchar al momento de cerrar la puerta tras de sí.

A la entrada de la sierra detuvo el auto rojo en un estrecho espacio de terreno antes de una prolongada curva, anuncio del sinuoso y largo camino que estaba por transitar, justo frente a una pequeña ermita de deslavados muros encarnados. El teléfono había sonado un par de veces durante el trayecto, pero al contestar perdía la conexión por la mala señal que había en la zona. Descendió del auto y se quedó recargado en la portezuela para encender un cigarrillo con aire de preocupación. Miró a su alrededor: primero echó un vistazo a las suaves líneas de tonos azulados que las altas montañas dibujaban en el horizonte. Dejó salir un suspiro; le atemorizaba demasiado el camino que le esperaba. Y no sin razón: desde hacía unos minutos sentía hormigueo en las sudorosas manos  y una sensación horrible de falta de aire lo asaltaba por momentos. No lo pensó más, atrabancado buscó algo en el bolsillo del pantalón y se llevó a la boca el tranquilizante: “media pastilla cada vez que comiences a sentirte mal”, era la dosis que le había recetado el médico. Pero no, mejor sería tomarse un comprimido completo para que actuase más rápido y lo mantuviese calmado. Las nubes de tormenta se estaban juntando en la sierra; por lo visto una copiosa lluvia lo acompañaría todo el camino.

Tras una larga chupada al cigarro miró la iglesia que tenía enfrente; mientras la revisaba dejó salir una plegaria entre dientes: “Jesusito de mi vida, líbrame de todo mal”, una oración que su madre le enseñara de pequeño y que repetía instintivamente cada vez que estaba nervioso. Luego se quedó inmóvil unos segundos para escuchar. Nada. Sólo se oía el viento y los truenos a lo lejos, y entre uno y otro el silencio lo inundaba todo. Ni el piar de un ave o el ruido de algún motor se percibían. Los oídos le zumbaban por la casi total ausencia de sonido; sólo alcanzaba a sentir el fuerte golpeteo de su corazón que parecía haber abandonado el pecho para estacionarse en los tímpanos. Estaba completamente solo; sólo él, el camino y la agreste naturaleza a la que se adentraría.

La maldita pastilla no le hacía efecto. El trastorno nervioso le provocaba un fuerte dolor de cuello; parecía que la cabeza le pesara mucho y que el peso lo vencería y lo jalaría hasta el suelo. El ciclo de la crisis ansiosa había iniciado; la agorafobia comenzaba a mellar su percepción del entorno y se sintió presa del miedo al ver que el cielo y la tierra se iban contra él. Un escalofrío lo sacudió violentamente, mientras cerró los ojos con fuerza, respiró pausada y profundamente para calmarse e instintivamente sacó el celular para sentirse seguro; lo miró dos veces sólo para comprobar la ausencia de señal. -Lo que faltaba. Todavía no me adentro a la sierra y ya no hay comunicación-, balbuceó tras morderse ansiosamente los labios al tiempo que  introducía la mano en el bolsillo para zamparse otra pastilla.

Volvió la cara hacia la iglesia buscando alguna tranquilidad, pero lo sobresaltó la presencia de un viejo de mirada sombría que lo estaba observando desde un costado del camino. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No lo sabía. Portaba una larga barba blanca que, a pesar de la distancia, denotaba la dureza de la suciedad, un sombrero de paja desgastado en un pardo lustroso, una gruesa vara que le servía de bastón y un machete colgado al cinto que mal cubría la muy común chamarra de lona que usan los campesinos. A pesar de la imagen cansada que reflejaba, el viejo se veía de una dureza extraordinaria. M. se quedó un momento meditando; dubitaba pero al fin decidió acercarse. Al hacerlo patinó en el lodazal que la lluvia había provocado. Apenas y se había percatado de dónde aparcó el auto. -¡Puta madre! ¡A ver si no se atasca esta mierda!- dijo para sí entre enojado y angustiado, maldiciendo el día, su suerte y su destrozada existencia. Al punto se acercó a la vera de la carretera para saludar con un inseguro movimiento de mano al viejo. Sin embargo, el anciano permaneció inmóvil, como si no lo viera aunque sus ojos permanecieran fincados sobre él. La mirada oscura de aquel hombre le inquietaba sobremanera. Y no sólo eso; a pesar de que el hombre se veía de lentos y cansados movimientos, estaba armado y ahí, en medio de nada, M. se sentía expuesto a cualquier peligro, real o imaginario. La falta de respuesta del anciano le cayó fatal. Para un hombre como M. que sufría de una enfermedad mental, el mundo en sí mismo era un ente violento del que había que estar alerta. Se había vuelto un hombre asaz introvertido, en extremo inseguro de sí mismo. El tratar de ser agradable con gente desconocida lo ponía en desventaja; sufría, lo sabía bien. No sabía qué esperar de la reacción normal de la gente. Y el hecho de que el anciano lo ignorara lo hizo sentir extraño, tonto, vulnerable. Al momento le pesó la sonrisa que había mantenido no sin esfuerzos. Un temblor le sacudió la cabeza debido a la tensión en el cuello; comenzó a marease, la visión se le redujo y una fría sudoración le corrió por todo el cuerpo. Sabía que estaba ante un evento de pánico; el psiquiatra se lo había explicado una y otra vez en cada sesión, pero no sabía controlarlo y el miedo se apoderó de él. Maquinalmente metió de nuevo la mano en el bolsillo del pantalón para tomarse en el acto otro tranquilizante. -¡Maldito médico! En cuanto lo vea le diré que estas pastillas no me sirven.- Y se tomó dos más para sentir mejoría lo antes posible.

Al subirse al auto miró involuntariamente hacia la ermita para buscar al viejo. ¡Se había ido! Seguro estaba escondido detrás del contrafuerte del templo; un hombre en esas condiciones de vejez difícilmente habría caminado tan rápido como para no alcanzar a verlo. Para ese instante, M. estaba completamente fuera sí por el pánico. El corazón le latía fuertemente y la respiración se le entrecortaba a cada inhalada. Apretó los dientes, fuera de sí y sin control y sin razonar, pisó el acelerador a fondo, a pesar de que la curva estaba a unos metros, a pesar del lodazal donde había estacionado el auto. El acelerón hizo que las llantas patinaran y el auto saliera disparado, sin control, contra la barra de contención que limitaba la curva en el horizonte; la delgada lámina cedió ante el violento impacto del auto, que se precipitó a la cañada. El choque seco contra el suelo desde aquella altura hizo que M. quedara mal herido entre los fierros del auto. No podía moverse, la cabina se había comprimido y le había prensado las piernas. La cabeza estaba recargada sobre el volante y lo único que sus ojos alcanzaban a ver era la cruz de la ermita que asomaba por la línea del camino. “Jesusito de mi vida, líbrame de todo mal”.

M. sacudió la cabeza para disipar los humos de la confusión. Intentaba establecer una lógica entre la realidad y lo que su cabeza le indicaba, pero la sobredosis de tranquilizantes se lo impedía; el cuerpo se le aflojaba, perdía fuerza. Su mente dopada aletargaba la percepción: los sonidos, las imágenes, los movimientos que lograba hacer, se producían, en su opinión, en forma extremadamente lenta.

A lo lejos alcanzó a escuchar ruidos de pisadas que se abrían paso entre las piedras y el lodo. Un golpe seco, intermitente, acompasado, provenía de la cañada: alguien se acercaba. Seguro era el viejo, ¿quién más si no había visto a nadie? ¿Vendría en su auxilio? Comenzó a reír tontamente para después llorar por suerte tan miserable. De súbito sintió en el rostro sangrante la sombra del cuerpo del anciano y el sonido del machete contra la portezuela; pensaba que estaba más lejos, había calculado mal la distancia y lo tomó desprevenido. A pesar del estado tan delicado en el que se encontraba, la presencia del oscuro hombre le inquietaba. ¿Qué podía hacer, de todas maneras, un vejestorio de esa calaña para salvarle la vida? El viejo se asomó por la ventanilla y lo miró fijamente con sus cansados ojos negros.

¡Ayúdeme por favor!- le imploró lloroso y con voz pastosa por el exceso del medicamento. Soltó una risotada estruendosa cuando se escuchó y se detuvo a pensar palabra por palabra la forma en que había arrastrado cada sílaba. Estaba totalmente fuera de sí, no podía controlarse; la hilaridad y el llanto intermitente se apoderaron de él.

El viejo tampoco se inmutó, a pesar de la estupidez del herido. Abrió la portezuela con tal fuerza, que M. jamás pensó que un hombre de aquella edad tuviera. La lámina crujió lastimera al momento de ceder al tirón. M. quedó expuesto ante la mirada firme de aquel hombre viejo. Por mucha inseguridad que le generara la presencia de aquel sujeto, no podía hacer nada; el cuerpo no le respondía más. Ahora que lo tenía tan cerca se percató del grave error que había cometido: la figura cansada del hombre que vio al costado de la iglesia había cambiado; el rostro taciturno de hacía unos minutos se había tornado violento, reflejaba coraje, odio; el resentimiento de siglos de golpes, abusos y violaciones irradiaba con furia por aquellos oscuros ojos. Lo demás fue cuestión de segundos. M. trató de gritar al momento en que vio el reflejo de la filosa hoja del machete, pero el certero golpe que le atravesó el cuello se lo impidió. Entre la somnolencia de los tranquilizantes y la precipitada fuga de la vida, alcanzó a escuchar de nuevo el timbre del celular. “Jesusito de mi vida…”

Por fin, alcanzó la destruida barra de contención. Había llegado casi sin aire. Mientras con una mano tapaba el brillo del sol reflejado en el auto destrozado,  con la otra se detenía de la barra de contención para poder gritarle al niño que había descendido a la cañada. -¿Qué pasó? - Nada abuelo, está muerto –grito el niño, atónito. -La lámina había cortado el cuello de M.

 

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domingo, 9 de noviembre de 2008

Indigenismo e indianismo

Por Manuel Gerez*

¿Indio o indígena?
Los indios de México, o indígenas, si es que el término pretende ser más suave, pertenecen a un archipiélago lingüístico y cultural que cubre a lo largo y ancho el territorio nacional. Nos enfrentamos, sin embargo, a una problemática de definición social y cultural mucho más amplia, comenzando con la existencia de diversas corrientes que son contradictorias hacia dentro de la cultura indígena. Hay un ala que pretende una defensa férrea de las tradiciones, mientras que otra se postula por desarrollar una nueva propuesta de su cultura dentro del marco de la vida contemporánea del resto del país.
Con el concepto indígena entendemos la definición decididamente excluyente de esos grupos humanos descendientes o pretendidamente descendientes de los pueblos que habitaban México antes de la llegada de los conquistadores españoles.
El término indio deriva del error nominativo y de percepción al que incurrieron los primeros exploradores europeos al confundir América con las Indias. El nombre de las Indias Occidentales se mantuvo en buena medida a lo largo de los tres siglos coloniales; por lo que a los habitantes oriundos de estas tierras se les asignó el gentilicio de indios.


Identidad étnica
El término indio o indígena no genera un sentido de pertenencia o identidad. Para los indígenas su identidad está basada en la pertenencia a la comunidad de donde provienen, generalmente una comunidad rural. Aquí los habitantes reproducen su lengua y sus tradiciones, de manera que la tensión con el exterior incide fuertemente en la cohesión al interior. El término indígena, de este modo, se refiere a una identidad que comparte el individuo con un grupo que se considera o es tratado como similar y conforma una categoría social. La identidad compartida aproxima pero también discrimina: nosotros somos frente al otro, que es diferente.
Otro concepto utilizado para definir a estos grupos es el de etnias. Las etnias son conceptos con pretensiones históricas profundas. Las etnias cuentan con toda una cosmovisión que los sitúa dentro de la Creación, como descendientes de un dios compartido que los escoge para dominar un territorio o a otros pueblos. Estos mitos tan profundos como antiguos llevan, en la mayoría de los casos, un mensaje de superioridad, como lo ha establecido Enrique Florescano. Mito e historia son partes constitutivas de las etnias, sea para bien o para mal.
Pero las identidades étnicas no son inamovibles y el hombre tiene derecho a la búsqueda de su propia identidad cultural, aun fuera del espacio donde nació. Existen personas que buscan su pertenencia e identidad en otra cultura, olvidándose y hasta rechazando la de su origen. Por el contrario, hay personas que luchan por conservar su identidad étnica y cada uno de los elementos culturales que se le asignan como representativos de esa etnia.
Las identidades étnicas pueden estar agrupadas en diversos territorios que van desde el barrio hasta conjuntos de dimensiones mucho mayores. Sin embargo, cuanto más amplios son los agregados menos los rasgos compartidos, por lo que se tiende a disolver y a confundir con otras identidades sustentadas en la religión o la lengua, que pueden contener una o más etnias.


Lengua
Actualmente en México, según el recuento del antiguo Instituto Nacional Indigenista, se hablan 62 lenguas indígenas. Lenguas, no dialectos; éstos incrementarían el recuento en varios cientos: tan sólo en Oaxaca se hablan cerca de 40 dialectos, ininteligibles entre unos y otros aunque pertenezcan al mismo tronco lingüístico. (Ver el mapa lingüístico de México http://www.igeograf.unam.mx/iggweb/pdf/publicaciones/atlas/atlas/poblengind1980.jpg) La zona maya, por mencionar un ejemplo de etnia, cuenta con gran variedad de lenguas: más de una veintena, que se encuentran desperdigadas tanto en espacios geográficos muy amplios (maya yucateco) como en apenas unas comunidades (motozintleco).
Algunas de las lenguas indígenas desaparecen dramáticamente año con año sin que existan programas efectivos de preservación lingüística. Cabe recordar que la UNESCO establece como patrimonio cultural de la humanidad las miles de lenguas que se hablan en el mundo, y el esfuerzo por evitar su desaparición nos incluye a todos.
En Querétaro al menos se hablan tres lenguas indígenas: el pame, el otomí y, en menor medida, el huaxteco; sin embargo, los censos del INEGI permiten observar la presencia, aunque no significativa, de otras lenguas producto de la inmigración: el purépecha, el mazateco, el triqui y hasta el maya yucateco.



Supraetnicidad del concepto
El concepto de indio es supraétnico: se aplica a todas las etnias originarias del Nuevo Mundo, a los nativos, pese a la imprecisión de esos términos. El vínculo tiene mucho peso, ya que, por ejemplo, no se les llama grupos étnicos a los catalanes, ni a los vascos, ni franceses, ni italianos. En cambio, sí se les llama etnia a los habitantes morenos de la costa oaxaqueña, por ser descendientes de los grupos de esclavos africanos que trajeron los españoles durante la Colonia. Esto reafirma la tendencia que el término etnia e indígena está cargado de prejuicio y racismo.
La categoría supraétnica de indígena tardó mucho en asumirse por quienes la agrupaban, si es que acaso se ha asumido. La identidad “indígena” ha ganado presencia y legitimidad hasta conformar en la actualidad una corriente política importante en el país y entre las etnias de México, gracias a que a partir de la segunda mitad del siglo XX se han propiciado foros y condiciones para que las demandas indígenas, que se suponen compartidas por todos, ocupen el primer lugar por encima de las identidades étnicas primarias.


Indigenismo
La aparición del término indigenista, acuñado a partir del español indígena, como denominación de toda una corriente ideológica o de opinión pública tendiente, en términos generales, al tratamiento apologético del indígena o lo indígena, ha llegado a confundir a la mayoría de las personas en su aplicación correcta.
No obstante que existe una clara tendencia de los pobladores no indígenas de Latinoamérica al indigenismo, que se ha desarrollado desde los primeros contactos entre europeos y americanos a fines de siglo XV, su definición no se lleva a cabo sino hasta el siglo XX. Este término, aunque se ha diversificado en varias áreas del conocimiento y las artes, se inició como un conjunto de explicaciones sobre los indígenas, su cultura y hasta su “raza” en términos de formación e integración de la ciudadanía y lo nacional en los Estados nacionales del siglo XIX, y que en México cobra mayor ímpetu en años posteriores a la Revolución como parte del discurso político.
El movimiento indigenista no es la manifestación de un pensamiento indígena, sino un reflexión criolla y mestiza sobre el indio. De hecho se presenta como tal, sin pretender en absoluto hablar en nombre de la población indígena. Esto no impide que tome decisiones acerca de su destino en sus propios lugares, según los intereses superiores de la nación tal y como son concebidos por los indigenistas. Eso es precisamente lo que se le reprocha al indigenismo, desarrollado a partir del decenio de 1970, el cual pretende ser la expresión de aspiraciones y reivindicaciones auténticamente indias.
A partir de la década de 1970, como respuesta al enquistado indigenismo, surge el concepto de indianista. ¿En qué sentido? Desde sus inicios, el discurso indigenista ha experimentado todas sus variaciones discursivas y conformación ideológica desde el no indígena.
Españoles, criollos y mestizos, en diversos momentos históricos, han establecido un discurso de idealización del indígena y lo indígena. Así, los grupos indígenas, o al menos investigadores y gente entusiasta, han apoyado para que se conozca la otra versión del ser indígena, su cultura y su historia: aquella que viene desde los propios indígenas. A esta tendencia en contra del indigenismo –nombre de por sí siempre cuestionado- se le denominó indianismo. Surgen entonces organizaciones indianistas por toda la región latinoamericana. En México aparece la Coordinación Nacional de los Pueblos Indígenas y la Confederación Nacional de los Pueblos Indígenas, así como el CNI (Congreso Nacional Indígena).
Llegados a este punto podemos afirmar que indígena denomina a la persona cuyas características –nada sencillas de definir- lo adscriben a una cultura diferente a la Occidental. Indígena es utilizado en diversas formas. Existe una cultura indígena, un grupo indígena, artesanía indígena, hasta agricultura y comercio indígenas.
Si por el contrario decimos literatura indigenista, no estamos hablando de la creación literaria indígena, como podría ser el Popol Vuh o los Chilam Balam, por mencionar algunos textos de origen indígena, o bien los textos generados a partir de talleres literarios en lenguas indígenas, del que Carlos Montemayor es un asiduo promotor; sino de la creación literaria de escritores no indígenas. Por ejemplo, algunas obras de Rosario Castellanos, Bruno Traven, José Bonifaz Nuño, entre muchos más. Así, puede existir teatro indigenista, música indigenista, pintura indigenista, escultura indigenista.
Si bien hay que matizar los objetivos de la producción artística indigenista, encaminada desde principios de siglo XX a la conformación de una cultura nacional diferenciada de Europa mediante la figura original del indio y lo indígena, donde entraría la obra del muralismo mexicano, la música de Chávez –no de Óscar sino de Carlos- o de Candelario Huízar, la obra literaria de Miguel Ángel Menéndez (Nayar, 1940), Gregorio López y Fuentes (El indio, 1935), entre otros mexicanos y latinoamericanos, producida entre 1920 y 1940, las obras posteriores también son consideradas indigenistas, aunque no pretendan ya aquel objetivo de una nación unificada y monocultural, sino a la exposición de una realidad indígena tan cruda como lo hacen Bruno Traven en La rebelión de los colgados, o El oficio de tinieblas, de Rosario Castellanos, donde una extrapolación de la guerra de castas en Chiapas (la Guerra de Santa Rosa) a la época del cardenismo sirve de reflexión existencialista a la autora. También el indigenismo tiene fruto en la arquitectura, donde la disciplina reconsidera las formas aztecas, incas y mayas de la arquitectura, empleando materiales novedosos como es el hormigón y el vidrio.
De entre los diversos ejemplos con que contamos, la obra de Pedro Ramírez Vázquez, el Museo Nacional de Antropología e Historia, de la ciudad de México, será su mejor expresión. Otros ejemplos de la arquitectura indigenista son el edificio del Diario de Yucatán y el parque y biblioteca municipales en la ciudad de Mérida. Los hay también en la ciudad de México: el Museo Anahuacalli, el extremo de las transposición arquitectónica; o bien casas como la situada en canal de Miramontes, de clara influencia estilística de la zona de Mitla, Oaxaca.




Bibliografía
Warman Arturo, Los indios mexicanos en el umbral del milenio, México, FCE, 2003.
Favre, Henri, El indigenismo, México, FCE, 1988 (Colección Popular, 547)
Villoro, Luis, Los grandes momentos del indigenismo en México, 3ª. ed., México, FCE-El Colegio de México-El Colegio Nacional, 1996 (Cuadernos de la Gaceta, 90)

* Publicado en Libertad de Palabra, 12 de diciembre de 2005.








viernes, 7 de noviembre de 2008

2a. Muestra de Cortos Vascos Kulturunea Euskadiko Film Laburren Erakusketa


2a. Muestra de Cortos Vascos Kulturunea Euskadiko Film Laburren Erakusketa

7 cortometrajes de la selección 2007 de Kimuak. Selección de Cortos Vascos, programa de la Filmoteca Vasca / Euskadiko Filmategia. Los cortometrajes Columbia Palumbus (Uso basatia), de Koldo Almandoz; Hezurbeltzak. Una fosa común, Izibene Oñederra; Las horas muertas,de Haritz Zubillaga; Limoncello, de Jorge Dorado, Luis A. Berdejo y Borja Cobeaga; No es una buena idea, de Ugo Sanz; Taxi?, de Telmo Esnal, y Traumatología, de Daniel Sánchez Arévalo se presentarán en el Museo de la Ciudad (Querétaro) en fecha próxima

Curso Introductorio de Arquitectura Novohispana del siglo XVI

Museo de la Ciudad. Querétaro
Los jueves a partir del 13 de noviembre.
6 sesiones de 18:00 hrs a 20:00 hrs
Costo $600.00
Algunos de los temas que se tratarán:
Aspectos histórico-geográficos
Órdenes mendicantes: franciscanos, dominicos y agustinos
Aspectos arquitectónicos del conjunto conventual: nave, el convento, sistemas hidráulicos, bóvedas, arquería, portería, atrio.
El Tequitqui: ¿un estilo mestizo o continuum de la tradición prehispánica?
Escultura y pintura: pintura mural de tradición española e indígena. Cruces atriales, pilas bautismales.
Tres ejemplos agustinos: Ixmiquilpan, Cuitzeo y Yuriria.

venta de libros * libururen saldua


Venta de saldos de Librería Kulturunea.
Facultad de Ciencias Políticas.
Universidad Autónoma de Querétaro
Del 10 al 14 de noviembre de 10:00 a 17:00 hrs
Narrativa, poesía, ensayo, revistas de arquitectura.

Muestra de Cortos de Cantabria

Con el antecedente de la Muestra de Cortometrajes Vascos Kulturunuea, estamos organizando la 1a. Muestra de Cortometrajes de Cantabria (España) en el Museo de la Ciudad, Querétaro.