lunes, 24 de noviembre de 2008

El registro del tiempo en Mesoamérica.

Por Manuel Gerez*




Uno de los logros intelectuales más fascinantes de la historia de la humanidad es el registro del paso del tiempo y la construcción religiosa que se desprende de ello. En él intervienen la observación y la acumulación de conocimiento a través de miles de años. No es por demás que a los registros calendáricos mesoamericanos se les considere uno de los logros culturales más importantes de las naciones indígenas.
El calendario determinaba la vida cotidiana e institucional en el mundo prehispánico. Todo, desde el nombre de un niño hasta el inicio de la guerra, el comienzo de la siembra y la cosecha, estaba determinado por la lectura del calendario y la observación del cielo. Sin embargo, no debemos considerar el registro calendárico como la única concepción del tiempo: el paso del tiempo es el movimiento de los dioses en el espacio sagrado y éste no sólo lo conforma el cielo sino la tierra (el altépetl como centro del universo). Elementos de la geografía, particularmente elevaciones (cerros, lomas o montañas), sirven de marcas para el cálculo de sol (por ende del tiempo) en las observaciones astronómicas. En ocasiones, en estas zonas que marcan la salida del sol en determinado año vistas desde un lugar fijo que sirve como observatorio, se erigen estelas o monumentos. La labor de la arqueoastronomía nos ha aportado varios trabajos donde se acentúa la importancia del espacio geográfico en las observaciones astronómicas.
Cada elemento que conforma el calendario es, además, una deidad en sí misma: números, plantas, animales, colores, contienen un significado sagrado y una carga positiva o negativa que tendrá incidencia en la vida humana. Su orientación hacia algún punto del universo y la combinación entre los diversos elementos que lo componen, determinará tiempos de calamidades, de sequía, de conquistas, de expansión, de dominio, de bonanza, de enfermedades.
El calendario era compartido por todos los pueblos mesoamericanos, desde Costa Rica hasta Nayarit. Estaba conformado por la denominada “cuenta corta”, “rueda de calendario” o xiuhmolpilli (atadura de los años); en realidad son dos registros calendáricos distintos: el calendario sagrado de 260 días y el calendario solar de 360 días más 5 días nefastos. La combinación de cada uno de los elementos de ambos calendarios en la rueda calendárica, registraba un ciclo de 52 años o 18 980 días: el denominado siglo mesoamericano. El ciclo se completaba al dar toda una “vuelta”; es decir, todos los elementos caminaban por los cuatro cuadrantes del universo (véase por ejemplo el Códice Madrid) sin repetirse durante 18 980 días. El problema es que un registro de este tipo, correspondiente a decir por ejemplo viernes 3 de agosto, no determina de qué año se habla. Así el viernes 3 de agosto se repite cada 52 años sin indicarnos si es del año 896 o del 1234, por poner un ejemplo.
El origen del calendario sagrado de 260 días (13x20=260) llamado tonalpohualli o tzolk’in es incierto. Algunos investigadores han determinado que en la latitud 15° N, la distancia de los dos pasos del sol por el cenit corresponde a 105 y 260 días, respectivamente. Existen dos ciudades prehispánicas de una asombrosa tradición astronómica: Copán e Izapa que se encuentran en esta latitud. Sin embargo, la documentación con que contamos hasta ahora indica que el registro del calendario de 260 días no proviene de esa zona sino del Valle de Oaxaca, donde contamos con una inscripción del 600 a.C. en San José Mogote, seguida de Monte Albán que presenta ya inscripciones con el calendario solar.
Como decíamos, la rueda de calendario funciona mediante el paso secuencial de ciclos. Los arqueólogos idearon, para su comprensión, la representación de cada componente como una máquina de engranes. Al engrane más pequeño le corresponden los numerales del tzolk’in del 1 al 13. Este se conecta con cada uno de los 20 meses que formaban el tzolk’in (Imix, Ik’, Ak’bal, Kan, Chikchan, Kimi, Manik’, Lamat, Muluk, Ok, Chuwen, Eb, Ben, Ix, Men, Kib, Kaban, Etz’nab, Kawak, Ahaw). Así tendríamos el registro del calendario sagrado: 1 Imix, 2 Ik’,…, 13 Ben, 1 Ix, 2 Men, etc. El siguiente engrane son los numerales del haab (ciclo de 365 días o 18x20+5) que iban del 0 o portador del mes al 19, para conectarse finalmente con el último engrane que corresponde a los 20 meses del haab (Pohp, Wo, Sip, Sotz’, Tzek, Xul, Yaxk’in, Mol, Ch’en, Yax, Sak, Keh, Mak, K’ank’in, Muwan, Pax, K’ayab, Kumk’u y Wayeb –el mes de 5 días nefastos, en náhuatl nemontemi). La secuencia del haab sería 0 Pohp, 1 Pohp, 2 Pohp,…, 19 Pohp, 0 Wo, 1 Wo, etc. Enlazados los engranes, la rueda de calendario combinaría ambos registros y tendríamos fechas como estas: pongamos la fecha de 6 Ik’ 0 Pohp. El día siguiente será 7 Ak’bal 1 Pohp, luego 8 Kan 2 Pohp… cuando se llega al 13 Muluk 7 Pohp el siguiente día será 1 Ok 8 Pohp, puesto que los numerales del calendario sagrado llegan a 13, mientras que los del haab llegan a 19. Así continúa hasta 12 Imix 19 Pohp y el día siguiente sería 13 IK’ 0 Wo.
Cada año comienza sólo con alguno de los 4 portadores de año, que varían entre el Clásico y el Posclásico. Los portadores o años dominicales más antiguos en la zona maya corresponden a Ik’, Manik’, Eb y Kaban, mientras que en los códices el grupo más representado es el de K’an, Kib, Lamat, Ahaw y Eb. El uso de los portadores es determinante en las creencias religiosas mesoamericanas, pues son éstos los que determinan si el año será benéfico o trágico.
Si bien la cuenta corta es compartida en toda Mesoamérica, al principio de nuestra era aparecen en la zona del sur del Golfo de México y en las costas del Pacífico en Guatemala y Chiapas el registro de inscripciones calendáricas que pertenece a la cuenta larga. Los registros más antiguos de los que hasta ahora tenemos noticia, provienen de la Estela 2 de Chiapa de Corzo (36 a.C.) y la Estela de Tres Zapotes (31 a.C.) El hecho que estos sean los vestigios arqueológicos con inscripciones de cuenta larga más antiguos, no implica que su uso pertenezca a este periodo. Se ha supuesto que los elementos de la cuenta larga en realidad provienen de conocimientos que surgieron durante el Periodo Formativo o Preclásico Medio (1200-400 a.C.) en una zona tan amplia como el sur de Veracruz y Tabasco, Oaxaca y la costa de Chiapas y Guatemala en el Pacífico.
La cuenta larga que utilizaron los mayas permitía fijar una fecha en un ciclo que había comenzado el 13 de agosto de 3114 a.C. o 13.0.0.0.0 4 Ahaw 8 Kumk’u (la denominada Fecha Era). Esta cuenta estaba formada por una serie de ciclos cuya combinación nos puede remontar a fechas míticas, pues registra millones de años en el pasado (por ejemplo en Palenque hay registros de la creación del Universo o del nacimiento de la Tríada –los dioses GI, GII y GIII). Su funcionamiento es complicado, ya que debemos tomar en cuenta que el sistema matemático maya era vigesimal y posicional. La cuenta larga está conformada por la sucesión de varios ciclos; cada ciclo está formado por una cantidad de días determinados a los que se multiplica por números del 1 al 13 o del 1 al 20, según el ciclo. Pongamos por ejemplo la Fecha Era: a la Rueda de Calendario (4 Ahaw 8 Kumk’u) le preceden una serie de posiciones que están en ceros hasta llegar al 13. Cada uno de esos números corresponde a una posición en el calendario que registra un determinado número de días que han transcurrido desde la Fecha Era. Nuestro registro de 13.0.0.0.0 comenzando de izquierda a derecha (en los códices sería de abajo hacia arriba) corresponde a K’in (un día), Winal (un mes o veintena), Tun (un año o 360 días), Katun (20 años o 7200 días), Baktun (400 años o 144 000 días). Así, se leería 13 Baktun, 0 Katun, 0 Tun, 0 Winal, 0 K’in, 4 Ahaw 8 Kumk’u.
Los mayas nos sólo registraban el paso de los días desde esa Fecha Era. Tenemos inscripciones que llevan la cuenta minuciosa de lunaciones, eclipses, el ciclo de Venus y un registro de 819 días, del que desconocemos aún su funcionamiento.


*Publicado en Libertad de Palabra (http://www.libertaddepalabra.com/) el 24 de noviembre de 2008.

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